El burro del abuelo

No, me refiero al animal.

Mi familia, por ambos lados se ha dedicado a la agricultura, ya sea por probar a ver como es el clima, tenemos ganas de sembrar, nos ponemos de acuerdo con la Iglesia en fin.

En una de tantas le pedimos al Abuelo, que no es otro que mi bisuabelo, su burro de nombre Filemón, ¡sí! igualito al de la India María.

Era un animal arizco, que sólo al Abuelo obedecía, cuando lo amarrábamos con la yunta alguien lo tenía que guiar, poniéndosele al frente, y el burro como desquite le lanzaba mordidas al guiador.

Lo que me sorprendía de este animal es que no importaba cuanto lazo le dejaramos, ni lo largo o corto, siempre encontraba la forma de amarránce las patas de una forma que ningún hombre, por mucha paciencia que tuviera, hubiera logrado nunca. Quien ha visto las lazadas de becerros en Charrería, sabe que a los animales les deben de amarrar las 4 patas con un solo nudo, cosa ya de por sí difícil pero éste lo hacía solo.

A veces me preguntó por que somos así, Dios no da la libertad de hacer lo que queramos, pero si no nos guiamos de él nos vamos por sin ningún lado, y cuando nos guía, le reprochamos diciendo que no es por allí a donde queremos ir. De alguna forma u otra nos enredamos en la vida, y tenemos que esperar a que él, pacientemente, nos desenrede y nos deje otra vez en libertad, sólo para volvernos a enredar nosotros mismos.

Sería mucho más fácil si sólo obedecieramos, pero nuestro ser no está dispuesto a dejarse llevar por Él, así que esto desata una lucha entre Dios y yo que dura hasta que aprendemos a través de caídas y resbalones. Pero sería mucho más fácil si tan sólo obedecieramos.